Las 4 claves para impulsar las comunidades ciudadanas de energía en el ámbito local

Atravesamos un momento excepcional en el ámbito energético. Por un lado se han venido desarrollando políticas innovadoras apostando por el uso de las renovables y por otro, por la descarbonización de nuestras ciudades y de nuestro entorno. 

Con los últimos movimientos geopolíticos, todos los aspectos relacionados con la energía y en consecuencia, también en la economía, están transformando el escenario energético a un ritmo vertiginoso. En la situación actual es importante tomar decisiones estratégicas que permitan paliar y mitigar los vaivenes globales vinculados a la energía.

La apuesta por la energía local y por el empoderamiento del usuario es clave para conseguir un modelo desarrollo 100% sostenible.

Aquí identificamos las seis claves estratégicas que ayuden tanto a los ámbitos políticos como a los técnicos a tomar las decisiones oportunas para impulsar un cambio de modelo energético.

 

1ª CLAVE – Los objetivos

Es muy importante identificar cuál es el objetivo real que se pretende alcanzar poniendo en marcha una comunidad energética local.

Las comunidades energéticas están orientadas a realizar una verdadera transformación en el comportamiento energético de los consumidores, es decir: buscan generar una relación y vinculación directa entre la forma de consumir, producir y gestionar la energía en todos sus procesos.

Participar o entrar a formar parte de una comunidad ciudadana significa asumir un modelo de comportamiento muy diferente al actual, en el que única y exclusivamente estamos preocupados por la factura mensual y su coste independientemente del origen energético, de la repercusión medioambiental, o de la implicación en nuestro entorno más cercano.

Es fundamental y prioritario que desde las instituciones se realice un proceso de análisis y definición de los verdaderos objetivos que se pretenden con esta iniciativa. Los objetivos pueden ser de ahorro económico y energético en las familias, en los comercios, en las pymes, en los edificios o en las propias instalaciones de ámbito público; pueden ser de reducción de la brecha tecnológica vinculada a la energía, de lucha contra la pobreza energética, o de una verdadera apuesta por el uso de las energías renovables y la descarbonización del municipio.

Tras un proceso de reflexión, es importante asumir el rol de liderazgo y estar identificado con la búsqueda de los objetivos deseados. Sin la implicación política y de la organización municipal, el desarrollo, expansión y viabilidad de una comunidad energética es prácticamente nula.

 

2ª CLAVE: El alcance

Es importante tener identificado quién es el que puede o debe beneficiarse o participar de este tipo de iniciativas. Inicialmente una comunidad energética debe tener la capacidad de abarcar al mayor número posible de usuarios, ya sean familias, comercios, edificios, pymes industrias, edificios públicos o suministros municipales como el alumbrado o los grupos de bombeo.

En función del perfil al que principalmente esté destinada la comunidad energética, se deben orientar las acciones, los planteamientos técnicos, tecnológicos, económicos, sociales y de comunicación.

Este último punto es fundamental para conseguir trasladar a los futuros usuarios todas las ventajas y beneficios de formar parte de una comunidad energética local.

Para despejar este tipo de incógnitas y de posibles prioridades en estos grupos de interés, es fundamental detectar en los interesados su grado de inquietud en este tipo de iniciativas. Para ello recomendamos realizar inicialmente diferentes encuestas, análisis y caracterización de perfiles o comportamientos en los ámbitos comentados anteriormente ya que ello nos permitirá identificar tanto el grado de interés como el grado de necesidad.

Con un criterio claro e identificado el objetivo real de la comunidad energética, podremos dar los siguientes pasos.

 

3ª CLAVE: Ventajas

Muchas veces nos preguntan de cuánto puede ser el ahorro a recibir de una familia o un usuario, por participar en una comunidad energética. Lo primero que hay que destacar es que conseguir una única y exclusiva reducción en la factura energética NO es el objetivo fundamental, sino transformar la manera en que consumimos la energía buscando que la que realmente necesitamos sea de origen renovable y de km0.

El valor medio del ahorro que puede recibir o percibir una familia puede rondar el 30 o el 40% sobre su consumo actual que, vinculado al coste del kWh eléctrico actual, supone una importante diferencia.

Todos los usuarios de la comunidad energética deben abonar una pequeña cuota de vinculación con la entidad: cifras mensuales entre los 6€ y 10€ para una familia, entre los 20€ y 30€ para una pyme o un comercio y entre los 50€, 60€ o 100€ para un edificio o una instalación terciaria como pueda ser un colegio o un hotel.

Participar en una comunidad ciudadana de energía tiene o puede tener otras importantes ventajas, más allá de la reducción de la factura energética.  Es posible que este tipo de iniciativas abran la puerta a reducciones fiscales en el ayuntamiento, a descuentos en los abonos de transporte o en el acceso a cualquier otro tipo de instalaciones o infraestructuras públicas, además de las consecuentes ventajas y beneficios de la reducción de las emisiones y la descarbonización del municipio.

Una comunidad energética basada y fundamentada en una asociación tiene unos gastos de operación y de gestión que mínimamente pueden rondar entre los 2.000 y los 2.500 € al mes, destinados a los procesos de información, gestión, supervisión de proveedores, tramitación con terceros, gestión de ayudas y subvenciones, reclamaciones y cualquier cuestión administrativa, jurídica o legal.

Hablamos además de que la puesta en marcha de una comunidad energética puede suponer la contratación y formación de un personal especializado en la gestión energética dentro del ámbito local.

Y de manera paralela, cualquier otro tipo de gasto ocasionado por las inversiones, mantenimientos o cualquier otra actividad, deberá ser sufragado por los socios, inversores, entidades financieras, por ayudas, por subvenciones o por cualquier otro medio que permita a la comunidad energética o a la asociación desarrollarse y expandirse lo máximo posible en la prestación de servicios hacia sus socios.

 

4ª CLAVE: La Generación

Para poner en marcha una comunidad energética y que realmente se pueda revertir la producción energética en aquellos socios o usuarios, es necesario disponer de una plantas de producción de energía fotovoltaica que, desarrolladas bajo fórmulas de autoconsumo compartido, permitan redistribuir esa producción entre todos los participantes.

Esas pequeñas plantas de producción pueden estar distribuidas en terrenos propiedad del ayuntamiento, en cubiertas de edificios municipales o incluso en cubiertas de edificios privados, siendo necesario para ello formalizar convenios, acuerdos o cesiones de espacio público entre las entidades y la asociación, convirtiéndose ésta en vehículo canalizador.

Una de las fórmulas más habituales es que el ayuntamiento, mediante una cesión de espacios y cubriendo todos los requisitos legales, puede ceder a una entidad legalmente constituida como es una asociación, cualquier espacio durante 20 o 25 años, dándole la responsabilidad de su mantenimiento o de una utilización específica para el ámbito establecido (que en este caso es la producción de energía renovable para el uso y distribución entre socios o usuarios del propio municipio), eliminando así cualquier vinculación con entidades privadas que buscan un beneficio económico.

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